viernes, 22 de noviembre de 2013

DOS AÑOS Y MYRIAM SIGUE ESPERANDO


DOS AÑOS Y MYRIAM SIGUE ESPERANDO

Piensa la pequeña Myriam que entre nubes de terciopelo duerme su abuelo. Sigue esperando que vuelva desde el Cielo curado de la triste enfermedad que oscureció su sombra en la soledad de un sillón. Las primeras semanas de ausencia, como ángel custodio, defendió ese lugar en el salón de la casa repitiendo categóricamente aquello de ¡no te sientes ahí que es de mi abuelo! No entendía nada, demasiado dolor tras una simple y rutinaria visita al hospital. 

Apostada a la cómoda de la entrada esperaba la pequeña el chirriar de la puerta y el retorno a casa del abuelo enfermo ¡No, pequeña mía, ya no volverás a verlo entrar! ¡Quisiera explicártelo con palabras, sería imposible! Cada día que pasa percibo que eres tú quien mejor ha entendido todo lo que ha pasado. Hablas de él en tiempo presente, como si nunca se hubiese marchado. Lo cual no deja de ser cierto, su sombra es demasiado alargada como para oscurecerse. Formó tan entrañablemente parte de nuestras vidas, que difícilmente podríamos desprendernos de su cercanía, a pesar de la inexorable fugacidad del paso del tiempo y de la distancia. 

Contornos de miradas cansadas y yuxtapuestas en un único pensamiento llenaban cada lugar de recuerdos. La pervivencia del alma alejada del cuerpo quebrantaba el llanto inconsolable de los que quedaron buscando en un rincón de la gloria el fraternal abrazo con el ser querido. Quedan vivencias enmarcadas en la memoria y el agradecimiento por el inmejorable legado que dejó como irrefutable huella. 

La vida, querida Myriam, es como aquel triste día que te llevamos a la guardería con una sonrisa, todo transcurría con normalidad, por la noche mientras soñabas quedó dormido el abuelo, apartando de su senda las amargas espinas que fueron clavándose en su noble corazón trianero los últimos años. Lo esperaban sus padres y Francisco para iniciar una nueva vida juntos.

Transcurridos dos años del triste desenlace, oteamos nostálgicos el pasado para entender mejor el presente e iniciar con ilusión el futuro. El tiempo cicatriza heridas y la justa memoria ni yerra ni olvida. Hoy más presente que nunca volvemos a sentir tus caricias, a oír tu voz y darle mil gracias a nuestro Dios por regalarnos tantos años en tu compañía. 

Si mi querida Myriam, entre nubes vive tu abuelo, blanquecinos algodones, que para ti quiso fuesen de caramelo.

SÓLO TÚ, MI ESPERANZA


SÓLO TÚ, MI ESPERANZA

Madre he tornado a perderme en el océano de tu mirada, he vuelto a sentir la sal sobre mis pies descalzos. El corazón late acelerado, vislumbro luces entre sombras, los candiles a punto de prender en la orilla. Tu faro vuelve a iluminar nuestro camino, la paz apacigua la tempestad de la tristeza. 

No puedo dormir ante el desvelo que me oprime. Se dilatan las extasiadas pupilas que te contemplan, la soledad que te espera apretada queda entre el gentío que te encuentra. 

Esperanza que llenas mis vacíos y elevas mi alma en imperceptible levantá hacia un Cielo de arcilla moldeado por las manos templadas de Dios, dame valor para seguirte y vida para abrazarte. Quiero caer por tres veces en tus redes soberanas y besar los pies de tu Hijo postrado en la amarga calzada de un sendero de caldos y espinas. 

Anhelo despertar cada amanecer tras noches de destemplanzas anclando mi existencia en el único puerto que me lleva a descubrir la plena felicidad.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Joselito y Belmonte. Una revolución complementaria (1914-1920)


Joselito y Belmonte. Una revolución complementaria (1914-1920)

Sevilla cuenta desde octubre hasta mediados de diciembre con la exposición  de “Joselito y Belmonte. Una revolución complementaria (1914-1920)”. Dicho evento, celebra conjuntamente los centenarios de las alternativas de los dos toreros sevillanos e invita al visitante a vivir  Edad de Oro del toreo.

Desde el martes 15 de octubre hasta el domingo 15 de diciembre. La exposición estará abierta de martes a sábado en horario de 10 a 14 h y de 17 a 20 h, en el Espacio Santa Clara de la calle Becas y en el Castillo de San Jorge  en la Plaza del Altozano. Los domingos el horario se reduce, abriendo sus puertas de 10 a 14 h.  

La exposición, organizada por el ICAS, evoca los seis años de apogeo del toreo en Sevilla. En ella se ha querido plasmar el deseo de renovación de la ciudad y que la aparición de José Gómez Ortega “El Gallo” y Juan Belmonte “El pasmo de Triana” al año siguiente, hicieron posible. Esta revolución no se dio sólo en los ruedos, sino en todos los campos del ser humano. Una revolución complementaria que se ha dado a conocer como “La Edad de Oro de la Tauromaquia”.

Joselito y Belmonte, considerados por muchos como los fundadores del toreo moderno, crearon una amigable rivalidad profesional que hizo que la popularidad de la tauromaquia llegara a cotas nunca vistas antes ni después en la sociedad española.


Joselito sentía desde temprana edad un inmenso fervor por la Macarena, en la exposición podemos contemplar una saya de la Virgen realizada con el bordado de oro de un vestido de torear regalado por Joselito.

Belmonte era maniguetero del palio de la Virgen del Patrocinio. En la muestra encontramos un manto de camarín de la Virgen del Patrocinio bordado con el oro de un traje de torear del diestro. La exposición cuenta también con dos valiosas fotografías de la Fototeca Municipal en la que aparece Juan Belmonte en la cofradía del Cachorro. El día de su muerte, la familia decidió amortajarlo con la última túnica con la que desfiló en el año 1961.

En definitiva, la exposición nos acerca a dos maestros del toreo relacionados con la Semana Santa. Belmonte y Joselito sentían un especial fervor por las imágenes más veneradas por los sevillanos en la actualidad y la muestra deja entrever con algunas piezas, la devoción y entrega de los diestros.


Parece que destino, casualidad y Providencia tomaron partida en este trascendente momento de la historia de la Tauromaquia. Sin lugar a dudas la incursión de estas dos figuras convergentes en la Plaza, divergentes en el sentir de dos sectores de la afición claramente definidos por uno u otro, muestran a las claras el espíritu dual de esta Ciudad. La tragedia marcó el final de dos vidas apasionantes, dignas de elogio y firmemente cinceladas en el alma de Sevilla. Imposibles casualidades llevaron a Joselito a perder la vida en Talavera de la Reina ante las lágrimas de su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, habiendo cumplido tan solo un cuarto de siglo. Belmonte atravesado por el acero de la desesperación a un lustro de cumplir los tres cuartos de siglo marcó el camino de la leyenda. Realmente la gloria de la puesta en escena fue efímera en el tiempo, perdurables el sabor y la esencia. 


José Gómez Ortega “Joselito el Gallo” nació el 8 de mayo de 1895 en Gelves y falleció el 16 de mayo de 1920 en la Plaza de toros de Talavera de la Reina compartiendo cartel con Ignacio Sánchez Mejías, acabando con su vida el toro “Bailaor”. Tomó la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1912 de manos de su hermano Rafael Gómez “El Gallo”.


JOSELITO EL GALLO

Pervive Joselito el Gallo como eterno ángel macareno en un viejo tapiz de la Esperanza ataviada de riguroso luto. La muerte del joven torero recorrió como rumor desgarrador las calles de la Ciudad desembocando en la Alameda de Hércules y San Gil, desbordándose la tristeza a raudales. Reposa su cuerpo bajo el portentoso paisaje escultórico que representa con majestuosidad el descanso del torero sobre hombros inclinados y rostros abatidos. 

Sin lugar a dudas lejos de morir, Joselito renace en el lenguaje de las silenciosas miradas admiradas por la obra elevadora a la metáfora del paralelismo de dos arquitecturas dispares: mármol, bronce y barro frente a humanidad, acero y albero.

Prematuramente destapó el tarro de las esencias del arte del Toreo acunado en los lazos consanguíneos de generaciones de toreros y genes de otros artes españoles por excelencia. Sin duda era un torero perfeccionista, de amplio recorrido en los movimientos, enérgico en la entrega, dominador de las distintas suertes del toreo, mandando con la muleta, efectivo en el manejo del acero, portentoso y lustroso en la suerte de banderillas. 

Quedará abierto un interrogante misterioso de lo que pudo ser de Joselito, trazo fugaz y perfecto de torería escrito con letras de oro de no haberse cruzado en su camino los hierros del infortunio y la fatalidad. Joselito bebió de la fuente inagotable de recursos de Belmonte, aparición enriquecedora para Gallito que pronto alcanzó la cima del éxito. La vida del hijo de “el Gallo” transcurrió por la senda del triunfo y un afán continuo de superación, sin desdeñar los consejos de su hermano, consejero y componente destacado de su cuadrilla y de la recopilación de “bienaventuranzas” toreras de Belmonte.

Joselito abrió la Puerta de la Gloria como el Arco de la Macarena “Puerta del Cielo” abre sus puertas la Santa Madrugá para ser moldura envolvente de la obra más perfecta de Sevilla dibujada sobre el lienzo rojo de un palio juanmanuelino. Desde entonces dicen que son más amargas las lágrimas de la Esperanza Macarena y más dulce su sonrisa, dolor y sangre en la Plaza, alegría en un cielo teñido de albero. Llegó al Atrio del Paraíso como nazareno de luces de la Madrugá ensoñadora de Sevilla, vestido con túnica y capa de la Hermandad de la Macarena.


Juan Belmonte García nació en Sevilla el 14 de abril de 1892 y falleció en Utrera el 8 de abril de 1962. Tomó la alternativa el 26 de octubre de 2013 en Madrid con Machaquito de padrino y Rafael el Gallo como testigo.

JUAN BELMONTE

Cada día, vigilante desde su faro en el Altozano, Juan Belmonte clava su mirada en la Plaza de Toros de la Real Maestranza, como un “Rodrigo de Triana” de su tiempo avistó la “Tierra Prometida” para los hijos ensoñadores del barrio. A modo de valeroso almirante de luces surcó ríos de albero al mando de tres lustrosas naos “Triana”, “Patrocinio” y “Cachorro” colonizando innumerables plazas a su paso. Sus pies bañados de Guadalquivir caminaban templados al contrapunto de un lejano pasodoble, la brisa de la anochecida volaba su montera entre escalofriantes pases que llevaban a temblar las forjadas barandas del Puente y el alma del torero se elevaba a los confines de las eternas arenas que pregonaban la gloria como inquietante murmullo.

Belmonte era un revolucionario emprendedor del arte del toreo, llevándolo a su máxima expresión, arrimaba el talle hacia los más contiguos contornos del animal, enterrando las zapatillas sobre el albero y marcando los tiempos con elegancia. Muy despacio en la faena y sembrando las arenas de semillas perennes de torería. La quietud ante los lóbregos encastados y el inquietante derroche de valor llevaron a cambiar conceptos y tiempos. De una percepción de la Fiesta ciertamente rígida pasamos a la elegancia; del mando del toro en el ruedo a la iniciativa del matador, que no teme sino a los vacíos y silencios de los tendidos. 

Los 6 años que rivalizaron en los carteles, mantuvo una simbiosis excelsa con el joven matador Joselito el Gallo que enriqueció el diálogo Triana-Macarena, diálogo que alzó sus miras a los más altos confines de la Fiesta Nacional. Sin duda, la repercusión actual de los Toros en España y en Sevilla, se debe en gran medida a los dos genios sevillanos que subieron al Paraíso amortajados con su hábito nazareno.

La metáfora inverosímil del “Pasmo de Triana” esculpida a golpe de autoridad, tarde a tarde, lance a lance, despojó de prejuicios a los incrédulos poetas que claudicaron ante la poesía desnuda asomada a temples de verónicas, la rima acelerada del atrevimiento de Belmonte,  fugaces estrofas al natural y la continua incursión en el cauce del recorrido del toro. De la negación sistemática de la tauromaquia como arte pasamos a una predominante necesidad. El museo envolvente de la plaza pasó a ser teatro cuasi trágico, las faenas del torero de Triana el mejor argumento y la suerte de la espada el desenlace. Cruzó la puerta grande de la Gloria atravesado por las astas de un toro menor que creció enormemente en sus pensamientos. Se marchó vestido de negro y blanco como tantas tardes de Viernes Santo acompañando para siempre al Cristo de "El Cachorro" y a la Virgen del Patrocinio".


Cinco maniguetas,
rachear de costaleros.
Cuatro en la tierra
y una en el Cielo.

Clama una saeta
teñida de albero
la quinta manigueta
 la lleva un torero.

Desalmado penetra
atravesado el acero
el corazón aprieta
del forjado trianero.



Pasmo de Triana
reposa malherido:
apenada la mañana,
silencioso el tendido.

Sangre que mana
como quebrado lirio;
Sevilla lo aclama
Patrocinio su destino.

Belmonte derrama
en la plaza delirio
Joselito lo llama
"la Gloria es tu sitio"



sábado, 5 de octubre de 2013

A LA MEMORIA DE UNA TRIANERA LLAMADA ESPERANZA


A LA MEMORIA DE UNA TRIANERA LLAMADA ESPERANZA

Las arrugadas manos ceñidas a su cintura, la luz que mana del bendito rostro y el manantial de hermosura que brota de su mirada se elevan como piropos a los balcones adornados a su paso.

Una oscuridad honda e inquietante asoma tras unos amarillentos cortinajes. La pequeña habitación sobria y deshabitada huele a naftalina y recuerdos del pasado cercano. Secas azucenas, mustios geranios asidos al vacío de la intemperie y sueños desvanecidos en el umbral de la Gloria, contornean a uno y otro lado de la enrejada soledad.

La eterna sonrisa de la niña grande se apagó, como ese corazón latente que palpitaba a mayor cadencia al percibir como brisa de primavera el vaivén acompasado de las bambalinas. Su mirada enfermiza se encendía como antorcha al contemplar la tez morena de la Esperanza. Como pinceles humedecidos en acuarelas se dibujaban sobre los lienzos aterciopelados de la noche los perfiles de la Virgen. 

Por momentos el dolor profundo y la respiración contenida otorgaban la venia a una sonrisa contagiosa y amable, humedecida por los resquicios de unas lágrimas azucaradas que impregnaban la sequedad de unos labios implorantes. 

Dicen que por aquellas fechas iniciaste un largo viaje hacia un lejano lugar poblado de cerámicas, espadañas, patios vecinales y plazuelas. La eterna Triana abrió sus brazos al verte llegar para estrecharse con tu recobrada juventud. 

Siempre te recordaré saliendo al zaguán del Jardincillo para asomarte a la Parroquia de Señá Santa Ana, vestida de oscuridad y por el inconfundible olor a cisco que resbalando por las ranuras de una añeja puerta de madera acababa impregnándolo todo a su alrededor. 

Milagrosamente una fortaleza inexplicable se instrumentaba en tal menudo cuerpo. Sin tregua ni descanso aupabas tu humanidad desde las primeras claras del día, y de sol a sombra, entregabas lo mejor de ti para los demás. Como principal legado guardabas un antiguo retrato de nuestro Santísimo Cristo de las Tres Caídas delicadamente recompuesto con una camisa blanca de encajes. 

Te marchaste a los añiles arrabales dejando en tu camino una indestructible traza. Acunada sobre el regazo de la Esperanza en el susurro del eco de incontables madrugadas de Viernes Santo cerraste los ojos para descansar tu cansado cuerpo junto al Señor Caído. 

Te llamabas como Ella, Esperanza, Triana en cada pulsación de tu existencia y un amor con mayúsculas en cada línea de tus memorias.

domingo, 29 de septiembre de 2013

SEVILLA



SEVILLA

Sevilla, toma tu cruz y sígueme, desnuda el alma y desposéete de las espinas que atraviesan tu corazón llagado. El tiempo sin tiempo vencerá a la ingravidez del destino. Lo rubrican el azahar que prende como blanquecina antorcha en las pobladas copas de los naranjos y el murmullo adormecido de la respiración contenida del abuelo que vuelve a calzar las primeras sandalias de su niñez y lo dicen los silencios de la Ciudad que tanto cuentan a nuestros oídos. La madera tomará todo el protagonismo como continente envolvente del gran contenido.
La rampla del Salvador es el primer indicio de lo que se aproxima a gran celeridad, los palcos prosperan desde su estructura metálica y los balcones fraguados adivinan el aliento del Cristo que abre sus brazos. El sevillano rasga su corazón y blanquea la fachada de su hogar al paso de las cofradías. La imparable explosión de sentimientos y creencias nos elevará a una contemplación casi mística. Insuperables lienzos de matices y formas traspasarán los umbrales  de la sensibilidad para hacernos sentir como en ningún tiempo anterior. Predominará la Luz sobre la luz, la realidad sobre las sombras del sueño y la musicalidad del alma sobre los sublimes compases brotados de los pentagramas. Sevilla contornea su silueta entre acuarelas para redescubrirnos su perfil más esplendido. La vida en siete días y el Cielo en cada palabra, mirada o latido.

viernes, 27 de septiembre de 2013

TRASCENDENCIA DE DIOS


TRASCENDENCIA DE DIOS 
Como visionadas en un viejo óleo, retomo emotivas estampas del ayer. Contemplo las desgastadas calzadas del pasado, pórtico de añoranzas que funden realidad y sueño. Domina la trascendencia de Dios sobre la etérea superficialidad de lo mundano. Se nos va el Gran Poder a cada instante contorneando angostos entresijos y al tiempo anchando las vías de la espiritualidad del pueblo que reza postrado a su divinidad. Ante tanta adversidad y pesadumbre queda el consuelo del Amor sin fronteras. Las ensangrentadas llagas del Redentor son bálsamo cicatrizador de heridas, para quienes sufren los flagelos de la sinrazón. 

Al ver a Dios caminar sintiendo las astillas del leño sobre el desgastado hombro, surcamos las soterradas sendas de los tiempos, extrapolando al presente la irrefutable huella de la conmovedora zancada. No duden en tomar la mano del Señor y seguir su estela. Los caminos trazados por Dios nos conducen a la dicha plena. Tropezamos ante las innumerables piedras que encontramos a nuestro paso. Mirando a los ojos de Dios levantaremos y seguiremos avanzando por los llanos prados. Se elevarán altas montañas y muros infranqueables que nos impedirán vislumbrar el horizonte. Siempre el Gran Poder a nuestro encuentro alumbrándonos con su Luz deslumbradora.

Aprendamos a llorar con nuestros hermanos, a sentir sus heridas en nuestro costado y a ver en su mirada la profundidad del Dios que nos conmueve. Traspasemos el atrio venciendo temores, subamos las escaleras y alcancemos la cima. Avistar a Dios en la desdicha del prójimo nos afianza en nuestro peregrinar hacia la Santa Morada, consolar su llanto nos aproxima a la misericordia y hablar su lengua a oír la voz de nuestro Señor en los silencios del alma.

lunes, 23 de septiembre de 2013

DA EL PASO CON MARÍA

                   DA EL PASO CON MARÍA

Quisiera mostrar mi más sincero agradecimiento a las personas que han evidenciado interés y colaboración a la petición de ayuda para la pequeña María, necesitada de tratamiento médico para conseguir superar su problema (parálisis cerebral) de la mejor forma posible. La familia está recogiendo tapones de botellas y anillas de latas de bebidas para sufragar los considerables gastos clínicos. La semana pasada comencé a recopilar las primeras entregas de amigos de despacho y barrio.

Para conocer mejor a María, su familia y la forma de prestarles ayuda tienen el siguiente enlace: https://www.facebook.com/pages/Da-El-Paso-Con-Maria/591788737540664?fref=ts En el mismo podrán cotejar la labor encomiable de los familiares y amigos de la pequeña en pos de facilitarle una vida, lo más feliz posible. Del mismo modo tendrán la posibilidad de conocer las distintas actividades que están organizando para recaudar fondos destinados al proceso de mejora y recuperación de María, y por supuesto, las direcciones de entrega de tapones y anillas por zonas. En Triana, concretamente, desde hace días pueden entregarlas en el Colegio San Jacinto, ubicado en la calle Pagés del Corro junto a la parroquia del mismo nombre.


Gracias a todos por su atención.

lunes, 16 de septiembre de 2013

TE QUIERO


TE QUIERO

El que nos libera de las cadenas de la tristeza y nos hace levantar cada día pensando en un mundo extraordinario. El Señor que cae en el camino y prosigue con abnegada entereza. Compases de dolor y armonía, musicalidad en unos labios sedientos que imploran justicia divina. Manos atadas a nuestros pecados, una abrazada al leño y otra acariciando la dura peña espinada. Cada día amanece en nuestro interior y nuestras almas se elevan en imperceptible chicotá para sentir el calor de nuestro Redentor. Debemos valorar este presente tan grande que el cielo acercó a nuestras vidas y merecer con nuestro esfuerzo ser partícipes de su infinita bondad. Nuestro Señor mora en el más excelso Atril de la palabra, eleva su armoniosa figura sobre los más inalcanzables confines y su amor se esparce más allende de las fronteras terrenales. En el latido bajo su túnica duermen quienes vivieron este mismo sueño a lo largo de los siglos e incluso se adivinan quienes nacerán para quererlo. No existen vacíos que no colme nuestro Cristo de las Tres Caídas. 

Es muy grande ver a mis niñas ocupar el mismo lugar que su padre en los tramos de la Hermandad y percibir en sus ojos un brillo especial. Que mejor despedida, que morir en Triana y entregado a tus brazos, Padre mío, lejos de hojarascas y entre rosas sin espinas. Inmensamente feliz de tenerte, gracias a ti, puedo superar los malos momentos que me asechan. Déjame seguir soñándote y viviéndote, sintiendo el calor de tu piel, las caricias de tus manos, la profundidad de tu mirada, el sudor ensangrentado que te prende, el aliento que nos cala, el silencio ensordecedor que nos acalla, la luz que nos enciende y el amor infinito que nos atrapa. Te quiero Señor, y mil veces que naciera mil veces que volvería a quererte. Nada sería de mi vida sin tu presencia. Arrimo mi vida entera a tu cruz pesada, para levantar a ese cielo que llaman Triana, a la voz de tu llamada.


EL GRAN PODER VIVE ENTRE NOSOTROS



EL GRAN PODER VIVE ENTRE NOSOTROS 


En la retina del alma reposa el gozo contemplativo de tu Rostro ciscado. Las espesas tinieblas del anochecer dejan entrever una intensa luz deslumbradora que nos conmueve. En la serenidad suave del mar en calma percibimos el tenue murmullo del oleaje y una brisa acariciadora que nos eleva a los confines del perenne y ensoñador Parasceve. Las remembranzas cinceladas en los recuerdos llaman una y otra vez al portalón del milagro y al tañer de las campanas, vivo eco del reloj de nuestra existencia. Alfa y omega entrelazan sus manos en un mismo tenor. Abundantes sombras forjadas sobre las acaloradas fachadas, contiguas a la Plaza de entre las plazas, propagan como murmullo la evidente existencia de Dios. 

Contemplamos su mirada espinada, en los hijos de la Ciudad que sufren soledad, nunca mejor acompañada que en la cercanía del Señor. Sentimos su abrasador aliento en el diálogo huérfano de palabras de quienes creían haberlo perdido todo, y en Él encuentran el más preciado tesoro de espiritualidad. Percibimos la aireada cadencia de su túnica al estremecer de corazones que palpitan ante la excelsa zancada que surca las entrañas de la Ciudad, en los que encuentran junto a las escaleras que elevan al Cielo, respuesta a sus necesidades más primordiales. No podemos ni debemos olvidar que la devoción universal al Señor se sustancia en la fe y en los pilares que sustentan siglos de vivencias y de Amor. 

Creemos en un Señor que camina cada día por las amarguras de sus hijos, cicatrizando heridas y levantando cuerpos repostados en el infortunio. Somos nazarenos de la Hermandad todos los días del año, en la Madrugá haciendo visible nuestro hábito oprimido por el esparto y el resto anidando en el interior nuestra inseparable túnica de ruán. 

Nuestros sueños nos llevan continuamente a la Plaza colmada de emociones, plegarias y de adormecidos vencejos del pasado que abrirán sus jaulas al candil de la noche portentosa de Sevilla para anunciar la inminencia aparición de la perfección Divina humanizada a su vuelta al amanecer. 

La más hermosa historia escrita en los legajos de los tiempos perdería rigor y sentido, si olvidamos a aquellas otras oscuras plazas, pobladas por quienes no tienen más techo donde cobijarse que la propia colcha transparente de la noche. No busquemos en otra parte, ellos son los cristos vivos que cargan la misma Cruz que nuestro Señor, los vemos e incluso reconocemos, y tristemente pasamos de largo, alejándonos de la senda del Señor al mismo compás de su zancada.


miércoles, 6 de marzo de 2013

ANHELADA MADRUGADA

                                       
                                                ANHELADA MADRUGADA

Adormece tu mirada bajo la brisa templada de la solemne Madrugada. Navega tu palio sobre espumas de viejo Guadalquivir y Triana eleva voz alzada el precioso nombre que traspira su alma. La silueta de la Señora de la Pureza contornea el faro Altozano para rubricar su presencia allende de los confines del Barrio. El suave canto reposado de una añeja saeta aviva corazones que murmuran amarrados al latido atravesado por siete puñales. El ensoñador Parasceve, reminiscencia de huellas del pasado, nos devuelve a la portentosa estampa inmortalizada en los templetes blanquecinos de la Cava.

Duerme el dolor profundo fundido en la belleza fresca de su dulce mirada, fundidos corazón y alma en un mismo tenor de amor y sueño. Sinfonía de compases y reflejos, entre verdes terciopelos y nacaradas capas aireadas. El cristalino rocío amanecer empañará los opacos cristales de la noche y la alargada sombra del alba reposará sus alas sobre las copas de la melancolía. La vida se acotará a cada palmo avanzado después de atravesar la cal serena del Postigo.

Volverá la Esperanza a cruzar el puente que llega hasta el Cielo del arrabal trianero, llorarán sus hijos envueltos en emociones y su luz resplandecerá en la azulada mañana. Esos ojos bonitos que alumbran nuestras vidas, brillarán más que el Sol apostado sobre la espadaña de San Jacinto. Una voz rota quebrará el silencio sobrevenido. No quedarán más lágrimas por derramar que las cristalinas caricias que resbalan sobre sus morenas mejillas. Esperará Señá Santa Ana tras una noche en vela, para plasmar besos sobre los cansados perfiles que elevan nuestras plegarias a la misma Gloria.

sábado, 9 de febrero de 2013

PÓRTICO DE LA GLORIA SEVILLANA

 
                                      PÓRTICO DE LA GLORIA SEVILLANA

Tempus fugit inexorablemente entre amaneceres y sombras del pasado. El péndulo que marca nuestra existencia cimbrea con arrogancia, acercándonos inmisericordemente al ocaso, preludio del despertar en el Santo Reino. Las páginas de los almanaques desfilan con cadencia acelerada entre una marejada de dilatadas estaciones que señalan el compás de la historia. Asumidos en la cotidianidad embalsamadora de la rutina diaria, nuestras mentes regresan abstraídas a recobrar el pulso de los grandes esplendores del pasado.

En las ocultas cavernas de la mente manifestamos un cimbrear de contornadas siluetas, en un comienzo difusas, y a posteriori, en la in moderato musicalidad del alma conformamos los paisajes más excelentes. Los sueños profundos del anochecer tiñen sus velos opacos de una extensa amalgama de matices. Traspasamos misteriosamente el umbral del insomnio para asumirnos en un inquietante y prolongado desvelo. Las huestes de la primavera acechan a paso marcial, venciendo al tiempo sin tiempo, para rescatarnos de las mazmorras del destierro. Inentendible episodio para quienes no gozan de memoria, de ese recuerdo imborrable y perenne de la niñez que tomó entre sus manos la semilla de la flor apasionada de nuestra Semana Santa.

Esa primera noche sentimos como nunca las cálidas caricias de nuestras madres y la calmada voz de nuestros abuelos al contemplarnos por primera vez ataviados por esa túnica de la Hermandad, que bien podemos definir como una de las ramas que nos sostienen al árbol genealógico familiar. Una tradición que fortalece los vínculos afectivos y que nos enseña el camino a seguir en el devenir de nuestros pasos.

El silencio de la noche queda roto en trazos discontinuos por el rachear de alpargatas costaleras, entre viejos naranjos se adivinan los primeros destellos de blanquecinas caricias floreadas, bajo los portones de las estrecheces intramuros se difumina el aroma envolvente que corrobora los indicios que apuntan al anual milagro. Anidan las cigüeñas, tañen ingrávidas las espadañas de los viejos conventos y el aliento de la Ciudad empaña al desgastado cristal de la melancolía. Parece que todo pasó en un horizonte lejano y que todo ha de comenzar de nuevo. Asumidos en el más conmovedor misticismo enmarcado en el misterio revelado de Dios, percibimos la proximidad del Señor. Entre los rasgados ropajes de la vieja Híspalis redescubrimos el corazón urgido que clama por Santa Catalina y otras tantas llagas sangrantes de su costado malherido. Cuarenta cuentas en un rosario que nos llevarán a atisbar una luz distinta de siete días, que dicen valer toda una vida.

 
Una tarde cualquiera deambulo por Cardenal Spínola para arrimar mi cansancio en la paz conventual de Santa Rosalía, disponiendo todos mis sentidos a un nuevo encuentro con el Señor. Como un hombre nuevo y libre de ataduras sigo la senda señalada como la última arteria pavimentada que en la venidera Madrugá atravesarán sombras de ruán entre luces albas y tinieblas siguiendo la estela del Todopoderoso Carbonero de San Lorenzo. Tiño manos, rostro, corazón y alma del cisco envolvente, textura humana sobre la Divina Madera labrada por las más certeras gubias del hombre que soñó con el Gran Poder. Creer es más fácil en Sevilla, es descifrar un lenguaje aprehendido con el paso de los años. Una literatura abierta al catecismo, credo cierto plasmado sobre legajos cautelosamente cincelados sobre nobles maderos. Los recónditos claustros monásticos extrapolan secula seculorum el poder e imperio del Dios que mora en su interior a toda la urbe, fruncen el ceño los mortales anclando la mirada en el Cielo. La torpeza humana endereza su rumbo en el silencio desgarrador del plenilunio y en la voz en grito del que agoniza suspendido del leño. Sevilla vuelve a creer en sí misma y concede la palabra a la Esperanza. Notas suspendidas en el aire, paisajes museísticos por redescubrir y grandes emociones por sentir atisban la venida del Ser Eterno, su luz brillará entre nosotros y su Gloria triunfará al descender de la escalera para adormecer el dolor sobre claros sudarios.
 
Cuarenta días nos acercarán a la locura, esa bendita locura que todos queremos vivir con intensidad y de la que nunca desearemos sanar. Languidecerá el cuerpo palidecido de Jesús tras una hilera de cirios, luz para la Luz y la fe del pueblo será palpable realidad a los ojos del mundo. El hueco madero poblará vacíos de pecadoras astillas y caminará el Señor despacio y lleno de vida por los senderos del Getsemaní imperecedero. Se aproxima el momento esperado y el niño que correteaba por la rampla del Salvador un lejano Domingo de Ramos renacerá en nuestros adentros para recobrar el pulso del ayer que siempre es presente en el latir apasionado y en las vivencias compartidas con los seres amados.