sábado, 16 de abril de 2011

VIRGEN DEL VALLE



VIRGEN DEL VALLE


No necesito mirar al Cielo para buscar un rayo de luz entre nubes y claros que preconicen una Semana Santa plena de emociones y hermosas estampas. He podido ver ese Cielo dibujado en los ojos de la Virgen del Valle. Las desgarrantes notas que brotaron desde las entrañas de la Anunciación me hicieron ver que no existe amor sin dolor, ni Dios sin sufrimiento. La belleza de nuestra Virgen es etérea e insustancial si camina en distinto sendero que esos cristos vivos que a diario visten la túnica de la incomprensión y el olvido por nuestras calles. La Virgen es la fiel imagen del desgarro envuelto por el incesante llanto que surca sus rosadas y frágiles mejillas.

Cada Viernes de Dolores la Hermandad del Valle vuelve a su pasado y abre sus puertas a Sevilla para proclamar el amor a su Madre. En la cima de un monumento de luz y armonía asoma la belleza incontestable de la Virgen del Valle. Es su rostro un poema de amarguras y anhelos que se cumplen en cada mirada que prende hacia la solemnidad del majestuoso altar de cultos que converge hacia la Gloria.

La Función Principal de Instituto en honor de Nuestra Señora del Valle representa la más solemne expresión de culto a la Madre de Dios. La majestuosidad del evento queda envuelta bajo la genial aureola sonora compuesta en pentagramas de ensueño por el maestro compositor y devoto de la Señora, Gómez Zarzuela. El acto de Protestación de Fe de los hermanos de la Archicofradía nos devuelve a la Sevilla nostálgica e imperecedera que renace cada año en el ocaso de la Cuaresma y en los albores de la Semana Santa. Cada pisada es un misterio, cada palabra un deseo y cada gesto un tesoro resguardado en las cavernas del alma. La fortaleza de quienes acuñan casi un siglo bajo sus hábitos nos hace sobrecoger y sentir cuanta certeza duerme en la inclinada caricia de la Virgen del Valle.

Las lágrimas de la Dolorosa son afluentes del más conmovedor río de hermosura que lejos de morir en un mar de sueños, revive en el latido de cada uno de los corazones de sus fieles y devotos. He vuelto a caminar hacia ti, mi Virgen del Valle, y has vuelto a conquistarme por completo. He sentido sobre mi pecho el dolor que te oprime y he vuelto a gozar con tu presencia.

La cofradía del Valle volverá a surcar las entrañas de Sevilla en el anochecer del Jueves Santo. Volverá a habitar los balcones vacíos de las ausencias y a ser preludio cierto de la noche por excelencia de la Ciudad. El incesante llanto que embarga a la Virgen conmoverá a los hijos de la Ciudad y como desgarrador quejido llegará hasta el mismo Cielo. Serás tú Reina del dolor quien haga asomar entre las primeras cortinas de la Madrugá a la ansiada Luna del Parasceve. En cada nota que nazca de las entrañas de la música sentiré que se me marcha la vida y al mirarte, Madre mía, creeré alcanzar la Gloria con mis manos.

Las esencias del más puro clasicismo sevillano destilarán pureza y elegancia por los empedrados senderos que surcan la Ciudad. Todo en la Virgen del Valle es un alarde, como alarde es su palio y el poema sinfónico que todo lo envuelve. No necesito mirar a ese Cielo porque volveré a encontrarlo dibujado en los ojos de la Virgen del Valle.




Dedicado a quienes se marcharon de esta vida y alcanzaron la eternidad del Jueves Santo junto a la Virgen del Valle.