viernes, 21 de octubre de 2011

CRISTO HA MUERTO EN EL BARATILLO


CRISTO HA MUERTO EN EL BARATILLO




A Pedro Dormido

Asoma la tarde de Miércoles Santo en el Arenal Torero. Las brisas del Guadalquivir acarician entre tapices de encaje y espumas de viejo Río su cara aterciopelada de niña guapa. Perfumes de jazmín y aromas de azahar peinan sus dulces cabellos de alma marinera.

Los labios de la nostalgia pregonan poesías en el recuerdo. Asoman al balcón del eterno Arenal cuadrillas de costaleros en la memoria atentos a la llamada de arrugadas manos de capataces que a pesar de haber marchardo siguen estando muy presentes. Guardan silencio los tendidos maestrantes y suenan mudos clarines entre agitados pañuelos.

Túnicas nazarenas y pies descalzos sobre la arena del Coso Baratillero, lances de Muerte en un Lirio que va dormido en los brazos de una Rosa y rejones hirientes que atraviesan el alma de un Barrio torero, van pregonando suspiros del Arenal entre compases de roncas guitarras asomadas a las cornisas de la Giralda.

La suerte está echada. Verónicas y volapiés de pasiones, ecos lejanos de torería y pases profundos al pecho de la pena que embarga a la más tierna Azucena, Caridad de mis entrañas. Parejas azuladas van cincelado molduras devocionales entre los angostos empedrados, sueños anidan en las ventanas entornadas que dejan entrever los primeros suspiros de saetas prisioneras entre barrotes de rotas gargantas.

Misericordia y Piedad visten de luto el Cielo a la otra orilla del Río. Languidece el torso moreno de mi Cristo vencido a la Muerte que reposa inerte en el Regazo de la Madre que llora sin consuelo. “Llama con temple capataz ¿no ves que va dormido? “Más despacio costaleros, al son de cornetas y tambores y abriendo el compás al murmullo de atriles y pentagramas”.

Claveles color sangre a los pies del Señor, puñales penetrantes en el pecho de la Virgen y una sinfonía de sueños que yacen en la compasión de una mirada conforman enternecedor Misterio.

¿Fueron los pinceles de Murillo, los compases de Turina o las rimas de Bécquer quienes recrearon la más hermosísima sinfonía visual, poética y sonora que aflora como lienzos, estrofas o pentagramas de excelsa elegancia tallados sobre la cal del Museo baratillero?

Una enlutada abuela con sus ojos envueltos en lágrimas va pregonando por estrecheces y callejuelas “Cristo ha muerto en el Baratillo”, “lo traen a la Catedral por Adriano”, “silencio que no despierte, Sevilla está de luto, puedo escuchar sus silencios maestrantes”.

“No es la Muerte el fin que persigues, Tu semblante lo dice todo Padre Mío, cercano está tu desplante y la vuelta a la vida”. Languidece el torso desnudo del Señor envuelto entre las sábanas de las calimas del atardecer y reposa su abnegada humanidad en paz sobre el cuerpo de la Piadosa Madre.

“Es tu paso un barco que navega al compás de olas pasajeras en búsqueda de un profundo Mar color celeste. A ese que iremos todos para volver a estar Contigo”.

Viene la Caridad por el Postigo, filigrana entre varales de plata, molde de porcelana y pasiones encendías. Se marchará su palio al compás de la música, se marchitarán las flores, se consumirá la cera y Sevilla quedará rendida a sus encantos.

¡Oh apenada Soledad que acompañas tu dolor con amargas lágrimas cristalinas! ¡oh cruel tempestad que embargas la calma en nuestra sosegada orilla! ¡Oh Caridad que me estremeces asomada entre cimbreadas bambalinas! ¡Oh cruel puñal que atraviesas impiadoso su delicado pecho!

¡Oh giraldillas saetas que brotáis de trovadores del ayer! ¡Oh notas etéreas que rebosáis delicada musicalidad! ¡Oh espíritu del recuerdo que tornáis al anochecer! ¡Oh hermosas Rosas Baratilleras que perfumáis al inerte Lirio marchitado por Amor! ¡Oh Misericordia Divina que dignificáis la muerte en el madero! ¡Oh anhelado pasado que volvéis a ser carne del presente! ¡Oh Ciudad de mi alma que arrojáis en mis manos la más dulce Primavera!

Quiero ser toda mi vida niño baratillero para llevar en mi pecho dos rosas esculpidas y sentir en mi corazón el flechazo del Dios de la Misericordia. “Déjame llevar en mis manos un cirial para mostrar luz sobre Tu Luz y permíteme dormir tu sueño rebosante de vida, cuando el Capataz Eterno llame por última vez al martillo de mi existencia”. “Maestro Rafael arría la parihuela hasta que los zancos del palio besen el suelo, que quiero mirar a esos ojos que me llevan prendío y ver asomado al balcón de Tu Cielo al niño nazareno que en tu pecho va dormío”.


A Pedro Dormido


Fotografía: Nacho Baratillero

Texto: Jordi de Triana

domingo, 16 de octubre de 2011



PETICIÓN AL SEÑOR POR SUS PEQUEÑOS ÁNGELES RUTH Y JOSÉ


Señor, Tú que eres la Luz que resplandece en el horizonte de los oscuros senderos.


Padre mío, Tú que nos regalaste a nuestros más cercanos seres queridos.


Gran Poder, Tú que todo lo alcanzas y que llenas nuestros grandes vacíos.


Rey de Reyes, Tú que mitigas nuestras dolencias y nos apartas de la tristeza.


Dios Nuestro, Tú que moras en el Paraíso y que nos esperas tras el último sueño.


Te suplicamos intercedas con Tu infinita misericordia, y ayudes a los pequeños Ruth y José a retomar el camino de la felicidad. No existe mayor sufrimiento que la ausencia de unos hijos y la incertidumbre por tan dolosa desaparición, ni mayor tristeza que contemplar la sonrisa apagada en los rostros inocentes de nuestros niños.


Tú sabes más que nadie de calvarios y angustias. En Ti necesitamos conocer el Dónde y el Por qué. Unimos nuestros corazones en un único latido y en Tu mirada buscamos bondad y compasión.


Te rogamos, Amor verdadero, que ayudes a recobrar la razón a quienes perdieron el juicio y actuaron conducidos por la maldad. Eres justo con quienes vuelven al redil tras haber caminado muy alejados de tus sagrados mandamientos. Has recobrar la voz a quienes con su silencio ocasionan mayor dolor a los desconsolados familiares de Ruth y José.


Es nuestra súplica justa y necesaria, y eres Tú, Maestro bueno, milagro perpetuo de nuestra existencia que acude en nuestra ayuda cuando la carga de nuestra propia Cruz nos vence hasta hacernos caer por completo.


Todos somos Ruth y José, y tantos niños que viven o sueñan alejados de sus seres más amados.


Vuestro hermano en el que Todo lo Puede Jordi de Triana