martes, 31 de marzo de 2009

ESPERANZA, DIVINA CIRUJANA DE NUESTROS NIÑOS

En una habitación oscura, silenciosa, tenue y mínimamente alumbrada por una pequeña lámpara de azulada luz reposa su frágil cuerpo un niño enfermo. Su mirada triste se pierde en el infinito horizonte de sus dolencias, buscando una respuesta.
El inquebrantable silencio de un gélido pasillo que comunica su habitación con la del resto de los niños, es por momentos, roto por el llanto inconsolable de un pequeño ángel herido.
En la cabecera de su cama velan por su salud una estampa de la ESPERANZA MACARENA, vestida de hebrea y un viejo rosario de plata de la abuela.
Faltan pocas horas para que en un quirófano del Hospital Infantil de Sevilla consiga curar su enfermedad. Una asustada madre y un tembloroso padre tratan de buscar y no encuentran las palabras exactas para tranquilizar al niño y hacerle comprender que al final del túnel existe una luz a la ESPERANZA.
Como un milagro y enviados por la DIVINA CIRUJANA DE SAN GIL llegan los ARMAOS DE LA MACARENA, que traspasando la Murallas de la enfermedad del niño, se detienen junto al Atrio de la oscura habitación, para cruzar el Arco de una sonrisa, que por fin queda dibujada en la carita del niño y coronar la Espadaña de su frente con un enorme beso de ESPERANZA.
Los ARMAOS llevaron al niño el mejor remedio para curar aquellas dolencias a las que nunca llegará la medicina. Las dolencias de su alma son curadas por el amor de la CENTURIA.
Bajo sus corazas laten corazones destemplaos y rebosantes de ESPERANZA. Los ARMAOS dejan algo más que unas fotos y unos besos, dejan el corazón y sobre todo una ESPERANZA.
Los ARMAOS DE LA MACARENA abandonan el Hospital asumidos por un mar de lágrimas. Lloran como llorarán cuando en la Santa Madrugá miren a los ojos de la MACARENA.
En la carita de ese niño quedó dibujada la misma sonrisa con la que los viejos macarenos se despiden de los suyos al ser llamados a compartir la Gloria de los Cielos junto al SEÑOR de la SENTENCIA.
Hermoso contraste de los macarenos, que al mirar a la MACARENA no paran de llorar y cuando se alejan para siempre de ELLA esbozan una sonrisa.
Con todo mi cariño a los ARMAOS DE LA MACARENA, por su amor a la ESPERANZA y por devolver a los niños enfermos la sonrisa que nunca debe faltarles.

domingo, 22 de marzo de 2009

ESCÓLTAME (I PARTE)

Resuenan en los tímpanos de Sevilla viejas melodías de Eritaña. De las entrañas de la Sevilla más auténtica, de la Sevilla que rejuvenece con el paso de los años renacen sonidos de la Guardia Civil. Aquellas marchas en el recuerdo que los antiguos cofrades no terminan de borrar de sus memorias alcanzaron el punto máximo de esplendor y gloria dentro del exquisito panorama musical cofrade de Sevilla, crearon un estilo propio, fueron el punto de partida de una escuela que tuvo su continuidad en las actuales agrupaciones musicales. Las más sublimes delicias de pentagrama dibujadas sobre el majestuoso lienzo musical de una Sevilla que sueña despierta cada primavera para reencontrarse con su añorado pasado. Notas lentas de terciopelo que quedaron inmortalizadas por quienes desfilaban su amor por Sevilla cada Semana Santa y que seguirán haciéndolo hasta la eternidad. Macarena, Estrella, Alma Mía, La Saeta, Santa Espina, Compasión, El Alba, Perdona a Tu Pueblo, La Salve, Cristo de la Buena Muerte, Marcha Lenta por Campanilleros, Esperanza y Alma de Dios forman parte de la antología musical cofrade de Sevilla.

Durante años los oídos de Sevilla percibieron la caricia de unas composiciones profundas y llenas de sentimiento que llegaban con fuerza a los más recónditos rincones de unos corazones que latían a ritmo acelerado. Lentas notas que cambiaban el paso de Sevilla acompañando el dulce morir de un Crucificado que extendía sus brazos en el árbol de la Cruz cerrando sus ojos apagados mecido por dulces nanas de Eritaña, la elegancia de un Nazareno caminando sobre la roja alfombra que recubre su canastilla alcanzaba la armonía perfecta acompasado en sublime contraste de cornetas que sonaban al soplo de las profundas gargantas de la Guardia Civil, los Misterios de Sevilla, lejos de perder el paso, se afianzaban y caminaban con elegancia sobre los pies a redobles de tambor, las gaitas ponían el toque de gracia en cada marcha que sonaba a música celestial. Guardia Civil y Semana Santa caminaban juntas formando el matrimonio perfecto. Pasaban los años y esta relación de amor sincero llegó a alcanzar un punto sin retorno, la comunión fue tal que la Semana Santa de Sevilla era inimaginable sin el cuerpo de fieles guardias de la Patria, benditos herederos del ejército de Dios, fieles custodios de los costados, delantera y trasera de cada uno de los pasos que dan vida al sueño más hermosamente realizado.

Sevilla labró sus pasos con cuatros esquinas, sobre cada cual asoma una manigueta y fue Dios quien creó una quinta manigueta, una manigueta que quedó a buen recaudo custodiada por los más fieles soldados de Dios, benditos escoltas de su Madre.
No fueron más dulcemente derramadas unas lágrimas que las de aquel Guardia Civil que recibió de un superior la orden que tanto esperaba “tiene Usted servicio la próxima Madrugá de Viernes Santo acompañando a la Esperanza Macarena”. El deber y la devoción apretaron sus manos sobre el pecho de un Guardia que tantas Madrugás fue leal a su Patria, lejos de Sevilla y de Ella, lejos de la Esperanza en la distancia que no en el sentimiento. Esas frías noches recorriendo caminos, campos y veredas se eternizaban, parecían no acabarse nunca, pero su corazón latiendo en macareno le acercaba a la Reina de San Gil. Esa orden llegó a sus manos como el más deseado tesoro y como mandamiento justo de la Señora por Sevilla más amada. Se acabaron las noches de desvelo, de soñar lo inalcanzable. Por fin descubrió que para la Virgen de sus sueños no existe nada imposible, junto a Ella todo sueño por inverosímil que parecer pudiera, es realizable. Mereció la pena tanta distancia, tanta angustia y tanto desvelo. Cada Madrugá sin falta, sin descanso, con firmeza y vestido del mismo color que el Manto de la Flor entre las flores caminaba junto a Ella. La nobleza de su juramento a la Patria, su abnegación al arma y su traje de Guardia le impedían derramar esas lágrimas contagiosas de tantos macarenos y sevillanos que en cada instante de su paseo por Sevilla miraban a la Señora. La profesión iba por dentro y el corazón parecía salir del pecho. Atrás quedaron los sinsabores, el Atrio esperaba a la Esperanza para acercarla al Arco y dejar atrás la Muralla. Quedaba una larga noche por delante, un camino que se haría eterno de no ser recorrido junto a Ella.

Lanza Macarena volvía a su calle de la Feria. Los sentimientos afloraban al tener muy fresco el recuerdo de su Virgen de Gracia y Amparo escoltada celosamente por él mismo y por su hijo, que con firmeza ha tomado el relevo compartido con su padre, compañero y maestro. Juntos en el cumplimiento y en el deber de guardia y custodia y en la devoción a la dulce y delicada Señora de los Javieres retomaron su camino un nuevo Martes Santo. Fúnebres compases, túnicas negras, verdes uniformes, marciales pasos buscando el horizonte de la Campana y dos corazones latiendo en una misma sintonía. Gracia y Amparo, divina protectora del Guardia de alma macareno y de sus dos hijos compañeros.


Una noche al año tiene lugar un gran milagro en Sevilla. El tiempo parece volverse loco, olvida siglos y rompe en mil pedazos el Libro de nuestra Historia. Los escoltas de la Guardia Civil conviven en perfecta armonía con las Legiones de Roma. Verdes uniformes protegen celosamente al Señor de la Sentencia que camina de costero a costero seguido de su fiel Centuria de Romanos. Lanzas y escudos de las legiones macarenas nacidas de las entrañas de la Muralla, redobles destemplados de tambores macarenos y sonidos que por una noche nacen del alma misma. Sevilla no puede dormir y soñar al mismo tiempo, porque esa noche para soñar tiene que tener los ojos muy abiertos. Entre cien corazones que laten en verde y macareno descubrimos la cara de ese niño que se hizo Guardia, que cumplió su sueño custodiando a la Señora de Sevilla y que para mayor gloria se hizo soldado romano de las más nobles legiones de Híspalis.
El sentimiento macareno profundo te hace entender tanto amor esparcido por cada callejuela del Barrio, por cada rincón de Sevilla y más allá sus fronteras por los más recónditos lugares del Mundo. No fue conocido armao de la Macarena que vestirse pudiera, en esas vísperas evocadoras del Jueves Santo, que no llorase desconsoladamente como un niño, no fue conocido Guardia que escoltase a su Virgen Macarena que se apartase de su vera una sola Madrugá y no existieron notas más excelsas que los silencios y oraciones al paso de la sonrisa mejor dibujada y de la pena más hermosamente llorada. ¿Porqué hicieron a la Giralda? para mirarte a Ti a la cara y para llorar sobre Ti lágrimas de azucena. La Torre más alta de Sevilla se arrodilla a tus plantas Señora. Dios te salve María, Reina y Madre Macarena de los Cielos y de la Tierra Coronada. Al ver tu cara cada mañana de Viernes Santo por la calle de la Feria, no teniendo nada, me sobra todo, porque teniéndote delante de mis ojos olvido mis penas, de donde vengo y hasta mi nombre.

ESCÓLTAME (II PARTE)

Un escolta de Sevilla sueña con acompañar en un tiempo no muy lejano a su Señor de la Misión hacia la Catedral. La Agrupación Parroquial consiguió hacerse hermandad y muy pronto la veremos atravesar el alma de Sevilla para unirse a la añorada nómina de privilegiadas hermandades de penitencia en una de las señaladas jornadas de nuestra Semana Grande.

Silencio Blanco y Desprecio de Herodes suenan en honor del Señor de San Juan de la Palma, su cuadrilla de costaleros avanza con la música, pero sin ella. Los hermanos del costal no ven alterado su paso por los distintos cambios en las marchas. Sin separarse del canasto del Herodes y fiel a su promesa avanza un Guardia de Sevilla, un enamorado profundo de la Tierra que lo vio volver y que jamás lo dejará marchar. En un bolsillo muy cercano a su enorme corazón guarda con celo y profundo amor retratos de las distintas Imágenes de su devoción sevillana, la de su Patrona Virgen del Pilar y en un lugar de privilegio las de su niña y su mujer. Durante toda la noche del Domingo de Ramos, Escolta de Sevilla y su compañera del alma reviven el más hermoso diálogo, ese diálogo que no necesita de palabras, de miradas, ni de gestos. Reviven en sus entrañas el diálogo de los corazones que se aman con todas sus fuerzas. Él camina callado como su Señor del Silencio, pero no abandonado, la lejana presencia de su mujer es cercana presencia en el latir de su corazón.

El más hermoso diálogo de Sevilla, Amargura y San Juan acompañado de unas notas fúnebres, desgarradores y penetrantes se traslada por momentos a un gran cofrade vestido de verde uniforme y su inseparable compañera. De un humilde sevillano aprendemos la más hermosa lección encarnada en la trilogía más hermosa de sentimientos esparcidos por las calles de Sevilla: amor a la Patria, a Dios y a su gran tesoro: su mujer. Por un momento deja de mirar al frente para mirar al rostro Divino de su Dios para pedirle que no le falte la salud a su mujer y que nada pueda separarlos en sus vidas. “Recuerda amiga, a tu marido arrimado a la parihuela de Jesús del Silencio rezando por ti, encuentra en el Señor y en el amor de tu hija la fuerza para levantar en las caídas de la vida y no pierdas la esperanza que en las lágrimas de la Amargura encontrarás consuelo” “es largo el camino que os queda por recorrer juntos y no existirá obstáculo que os separe”.

El Lunes Santo en la primera chicotá en las entrañas del Templo, Sevilla vuelve a su pasado, el rachear de las alpargatas costaleras y la voz del capataz son acallados por una marcha evocadora “Alma de Dios”, la profesión va por dentro amigo Escolta, pero quien puede parar ese manantial de lágrimas que te embargan por completo. El Señor de la Redención pisa la alfombra de Sevilla con las notas del Himno Nacional, mano al tricornio en señal de respeto y honor y a punto estás compañero de iniciar una nueva Estación de Penitencia junto al Señor del olivo. La Plaza repleta de fieles, no cabe ni un alfiler, entre aplausos y lágrimas pierde de vista al Misterio de la Redención por la estrechez de Santiago bajo las notas de una brillante marcha “Cautivo en su Soledad”. Por un momento Escolta de Sevilla hace abstracción y su imaginación le lleva a esa misma marcha interpretada por la Música de Eritaña, tristemente fue creada décadas después de la desaparición de la madre y maestra de las agrupaciones, pero por Dios, que de haber nacido antes hubiese sonado a gloria interpretada por esos ángeles de verde.

Miércoles Santo en San Bernardo. Los hijos del Barrio retornan a su cuna, a las calles que los vieron nacer. Sus familiares los esperan como el mejor regalo de cada primavera. San Bernardo vuelve a sus orígenes, el viejo arrabal retoma el pulso perdido, recobra el protagonismo de un pasado no muy lejano. El tiempo parece detenerse y todo vuelve a ser como siempre. El Cristo de la Salud extiende sus brazos en el árbol de la Cruz cruzando el Puente bañado de Sol y de aromas de barrio. De entre tantas miradas hacia el Cristo de la Salud y con los ojos empapados de lágrimas un hermano del benemérito cuerpo que soñó ser su escolta, no pierde de vista el enternecedor semblante de su Cristo Crucificado. Ese honor recae año tras año en quienes abrazados a su patrona Santa Bárbara cumplen la promesa de velar las horas del Cristo de la Salud por las calles de Sevilla. En la Virgen del Refugio encuentra el remedio perfecto para sacar esa espina por años clavada en el corazón. En la hermosura de su cara, en su palio que va derrochando elegancia, en la perfecta aleación de los dos más preciados metales, en el exquisito gusto de quien puso la flores en su palio y en ese manto que arropa a tanta gente necesitada de consuelo descubre que su lugar está junto a Él, pero sin olvidarse nunca de Ella. El Cristo de la Salud se asoma a Sevilla bajo un fondo de Giralda y su Madre se despide por momentos bajo sones macarenos.

Sevilla vuelve la vista atrás y descubre una fila interminable de cirios suspendidos que siguen la estela de la Santa Cruz en Jerusalén. En Alfonso XII, por parejas, los naranjos son testigos del cortejo de inmutables hermanos de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla. Siglos de Historia que pasan por delante de los ojos de la Ciudad que por una noche deja de dormir su profundo sueño para besar los pies del Señor del Silencio. Confundidos entre el negro y el esparto escoltan a Dios los privilegiados herederos del Duque de Ahumada. Nuestros ángeles custodios de la carretera toman el testigo de quienes no dudaron en alzar la espada para defender el dogma Concepcionista de María. Evocación de una Sevilla que no termina de morir al encarnarse bajo la figura de quienes mejor representan el honor, el orden y la ley. De quienes tomaron por bandera mantener las buenas tradiciones de nuestra Ciudad.
La tarde del Viernes Santo el Cristo del Cachorro, inerte e ingrávido trata de aferrarse a la vida, tiemblan las barandas del puente, escalofríos recorren como tímpanos de hielo las calles de un Barrio que se asoma al balcón para contemplar la más perfecta representación de la agonía de Dios en el madero. La portentosa silueta del Cachorro de Triana queda dibujada en el Río, cual su rostro quedó plasmado en el paño de la Verónica en el Camino de la Amargura. Tarde de Añoranzas de Eritaña y de sus melodías celosamente guardadas en los pentagramas de los siglos. La Señorita de Triana renacida de las cenizas de la Virgen que no terminó de morir consumida por la hoguera que arrasó su Templo a punto está de alcanzar la altura de la vieja Parroquia de la Calle Castilla. Una vieja Parroquia que en breves minutos abrirá sus puertas a Triana. Jesús Nazareno, encorvado por el peso de la Cruz de Carey que acaricia con sutil cuidado, alarga su zancada hasta llegar al portalón que será el lugar de partida en su camino hacia la Catedral. Para el buen Escolta de Sevilla es el último esfuerzo, por última vez en esta Semana Santa hará realidad el más noble honor que pueda recaer sobre un Guardia Civil y cofrade. El cansancio empieza a dejar huella en su rostro hasta que llegado al Altozano descubre que empieza a terminarse un nuevo sueño. Como aquellas antiguas cuadrillas del Muelle saca fuerzas de donde no existen y se siente capaz de volver a cruzar el Puente cuantas veces hagan falta para acompañar a su Jesús Nazareno.

Se abren las puertas de la Parroquia y poco a poco regresa la comitiva. El Señor llegó a su Morada y espera el regreso de su Madre. Escolta no aguanta un minuto más separado de su mujer, abrazado a ella y a la niña de su alma mira a los ojos de la Virgen. La Virgen que funde corazón y alma como la cera quedó fundida sobre la candelería por la que lagrimea. Aquella Virgen que hizo soñar a un compositor lejano a nuestra Tierra, que olvidó su nombre, pero su cara quedó esculpida con fuego en su corazón.

El Viernes de Dolores este hombre encontró el omega junto al Señor de la Misión y una Semana después y en su barrio de Triana la omega en la belleza desbordante y deliciosa de su Virgen de la O. Con el deber cumplido y colmado de sensaciones y sabores vuelve a su casa acompañado de sus dos otras devociones. Para ellas no existe un día señalado, el Escolta de Sevilla las protege durante toda una vida.


El Señor Moreno del Porvenir regresa a su Casa dejando tras de sí la imborrable huella de un Domingo de Ramos soleado y brillante. Un año más el Señor de la Victoria caminó siempre de frente por Sevilla, con elegancia a hombros de su cuadrilla de costaleros legionarios bautizados por el maestro de maestros, poeta del martillo y buen cofrade de Sevilla Manolo Santiago. Un joven guardia civil empezaba a sentir en su pecho el pellizco del costal. Todo un privilegio para él acompañar a Jesús de la Victoria como escolta. Su cercanía a los hombres de abajo le llevaba cada Domingo de Ramos a un nuevo sueño. Atento a cada orden del capataz, a cada marcha y al son de los costaleros de su Barrio caminaba con la mirada hacia el horizonte e imaginando cada detalle que ocurría a su alrededor.

Difícilmente podía mantener la entereza cuando escuchaba de los labios del maestro las últimas palabras de aliento a sus costaleros. Manolo Santiago emocionado se dirigía a ellos con esas palabras que ni el paso del tiempo podrá borrar de la memoria del Porvenir. “Que poco falta hijos míos para que esto se acabe” “un año más tendremos que esperar”. Este año, si Dios quiere, será el último que tendrá el privilegio de escoltar al Moreno del Porvenir, su corazón le dice que el año que viene se unirá a los legionarios del Porvenir. Cambiará el uniforme por la ropa de costalero. Será distinto e igual al mismo tiempo, como el costalero seguirá siéndolo hasta que Dios lo llame a su cuadrilla en el Cielo, el escolta seguirá siéndolo hasta el día que responda a la llamada del General de la Gloria para iniciar la más hermosa chicotá junto a Dios y a cuantos buenos cofrades acudieron a la llamada de su martillo. Amigo Escolta del Moreno rézale a tu Dios por esa paz que tanto necesitamos, por esa paz que tú y tus compañeros tratáis de devolvernos con vuestro esfuerzo.

Hace 28 años que la Sevilla cofrade dedicó la mayor ovación que jamás pudo escucharse por sus calles en Semana Santa. Los sevillanos en general, tuvieron la ocasión y los que estuvimos allí, la dicha, de mostrar nuestro amor a la Guardia Civil. Aquel Miércoles Santo la Virgen de la Cabeza paseó por las calles de nuestra Ciudad más arropada que nunca por sus hijos uniformados de verde. La Hermandad de las Siete Palabras, un nuevo año, iniciaba su estación penitencial a la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, todo transcurría como en anteriores ocasiones, hasta que apareció la Virgen y muy cercanos a Ella su escuadrón protector y protegido. Sobrecogidos por el momento y en inexplicable sintonía, la generalidad de los presentes aupamos nuestros cuerpos al tiempo que partíamos nuestras manos en una atronadora salve de aplausos dedicada a nuestra Guardia Civil. El matrimonio Guardia Civil – Semana Santa no necesitaba ver para creer, el cariño era demasiado fuerte, no necesitaba de una señal para testimoniar tanto amor esparcido y correspondido. Sin duda alguna ese inolvidable acto de confraternización fue como la “Alianza” que el novio entrega con todo su amor a la novia en el “Altar” con Dios como testigo.


“Señor de Sevilla, ayúdalos en su tarea diaria de amor a la Patria; fortalece sus nobles corazones; coloca tus manos, esas que mueven el Mundo, sobre sus hombros para que nunca decaigan en el esfuerzo; aparta de ellos a los enemigos de Dios y de España, que sólo conocen del uso traicionero de las armas y muéstrales el camino hacia La luz de tu Rostro”.

“Dios de Sevilla, acoge en tu Gloria a los Guardias Civiles que durmieron en paz con los hombres y contigo Padre Bendito, dales descanso eterno y que Tus Arcángeles los acompañen, dándoles ESCOLTA segura, hacia Tu Santa Morada”.

“Hermanos caídos, la muerte no es el final del camino, vuestra esperanza os llevará a la Luz de Dios y con ella al Triunfo Glorioso de la Resurrección”.

“Queridos hermanos, que la Virgen del Pilar, vuestra Patrona, extienda sobre vosotros su manto protector y os colme de bendiciones”,






Dedicado a los guardias civiles que escoltaron durante años a Dios y a su bendita Madre por las calles de Sevilla y a quienes entregaron su vida en defensa del más noble cometido de amor. A mis amigos Escolta Cofrade, Isabel, Lanza Macarena y Escolta del Moreno.

domingo, 15 de marzo de 2009

No te olvidamos


No puedes imaginar Javier cuanto te echamos en falta. La vida en general y en particular esta Cuaresma se nos está haciendo muy cuesta arriba. Todos sabíamos que nuestro camino resultaría muy difícil tras tu ausencia, pero créeme amigo, que nunca llegamos a pensar que tanto. Tu marcha supuso una auténtica bofetada a nuestras ilusiones. A duras penas hemos podido levantarnos del duro golpe que sufrimos tras tu repentino fallecimiento.
El peso de la cruz de tu adiós sería realmente insoportable sin la cirinea ayuda de tu recuerdo. Dios ha sacrificado una gran amistad, en cambio nos ha regalado la protección de un ángel en el Cielo. La tristeza de aquella jornada, que tratamos de olvidar de nuestras memorias, ha quedado marcada con letras de fuego en nuestros corazones, como aquellas desgarradoras notas que sonaron el, para nosotros inolvidable, Lunes Santo del año del Señor de 2008. Ese mismo año que arriaste la parihuela de tu vida para iniciar la más hermosa chicotá que te llevó a abrazar para siempre la manigueta de la Virgen del Dolor inconsolable.
Como Ella, que cada noche de Lunes Santo mira al Cielo buscando el consuelo ante tanto dolor y pena, nosotros no paramos de mirar hacia arriba, para al final del firmamento descubrir tu más tierna sonrisa. Tu recuerdo, cada día más presente en el rincón más justo de nuestras memorias, nos fortalece, nos contagia de tu entusiasmo y de tu lucha sin desfallecer para llevar al mejor término posible cada uno de tus muchos proyectos.

Recuerdo, como muy presente, nuestra última conversación. Me hablabas de la larga y penosa enfermedad que habías dejado atrás. Pude comprobar que te encontrabas con las fuerzas intactas, y con la ilusión del niño que viste por primera vez la túnica de nazareno acompañando al Señor de la Sagrada Entrada en Jerusalén un Domingo de Ramos, para retomar tu lugar al frente del Despacho de la Plaza Nueva.
Precisamente este último año pudimos compartir las últimas notas de la marcha Réquiem ante el Misterio de la Borriquita, que volvía a asomar por las puertas del Divino Salvador, Templo de templos y corazón neurálgico de la Sevilla cofrade, que recobraba su máximo esplendor gracias a la generosidad de muchos sevillanos como tú. Te despediste apresurado para acompañar a un gran amigo enfermo al Arco del Postigo del Aceite, un amigo que compartió contigo miles de vivencias. José Luis, hijo acogido por los hermanos de la Santa Caridad, pudo contemplar la tierna expresión de Jesús Despojado de sus Vestiduras bajo un baño de Sol que iluminaba un envejecido rostro surcado en ambas mejillas por profundos canales inundados de lágrimas. Esas lágrimas dibujadas en su cara sonaban a despedida, que bien sabía que miraba por última vez en vida a los ojos del Señor. Pocos días después fue llamado al banquete de Dios. Como bien me comentaste querido Javier, con la muerte de tu amigo, se acababa una etapa de tu vida e iniciabas otra, que tristemente acabó separándote de tu hija, hermanos y amigos.

Por estas fechas empezaban a sonar marchas cofrades por los pasillos del Despacho. Un jueves, tal como éste, tenía lugar nuestro anual encuentro con las cofradías de Sevilla. Celosamente preparábamos nuestro particular acto de exaltación a la Semana Santa. Incienso, pescado frito, música minuciosamente seleccionada y sobre todo las brillantes diapositivas de nuestro amigo Rafa.

Era una noche, para dejar mínimamente de lado la ardua tarea del Despacho y dar rienda suelta a nuestras vivencias cofrades, a la imperecedera ilusión que nos unía en el más profundo sentimiento y sobre todo para fortalecer la gran amistad que reinaba entre todos los compañeros.

Amigo Javier, muy pronto volveremos a ver la Plaza de España y por extensión el Barrio del Porvenir, inundados de túnicas blancas de nazarenos de la Paz y con esta hermosa estampa de Sevilla llegará el primer pellizco.
En la jornada del Lunes Santo, ese día que vivías a ritmo acelerado y que sin dejar de lado tu profesión, te entregabas en cuerpo y alma a tu Hermandad de las Penas, nuestros corazones sentirán un escalofrío que como tímpano de hielo nos congelará el alma.
Con leve tacto acariciabas la manigueta delantera izquierda del palio de la Virgen de los Dolores y podías ver a través de los ojos del corazón todo lo que ocurría en tu inmediato alrededor. Esa noche los sueños tomaban vida a lo largo de un itinerario diseñado por los últimos románticos de Sevilla; cada calle, plaza o rincón recorrido suponía un canto a la sevillanía, al recogimiento y a la espiritualidad. Cada nota interpretada por los músicos de Tejera era gustosamente paladeada por los más refinados entendidos del brillantísimo repertorio musical cofrade sevillano.
Llegará la Virgen de los Dolores de vuelta a San Vicente adormecida por las notas rotas de Tejera, cerraremos los ojos a su paso y nuestras memorias sentirán la llamada de Manolo Santiago al martillo, la voz de Pepín Tejera solicitando a sus músicos la marcha “Tus Dolores son mis Penas” y los pasos cansados de nuestro querido amigo Javier recostado sobre la manigueta de su Virgen.

Querido Javier: ¿Cómo podías pensar que te habíamos olvidado, cuando a penas hemos podido hacernos a la idea de tu marcha?

Seguro que el Lunes Santo por la noche volverás a pedirle al maestro Pantión “Don Antonio toque Jesús de las Penas”. El maestro volverá a emocionarse y con sus manos de seda y arrugadas acariciará de nuevo las teclas de un viejo piano, mientras sus ojos llorosos mirarán hacia las partituras del alma y sonará querido Javier, “Jesús de las Penas” como sonó tantas tardes en San Vicente.

sábado, 7 de marzo de 2009

Viernes de Sentencia

Tarde del primer Viernes de Cuaresma en Sevilla. El día se cerraba por momentos y asumido por el cansancio de una nueva jornada de trabajo, sin pausa ni descanso, mis pasos me llevarían de nuevo a Triana, el corazón me pedía otra cosa y como cofrade de Sevilla, que se mueve a golpes de corazón, atendí a su oportuna llamada.
Desde Plaza Nueva me adentré por Tetuán acompañado por una sintonía de olores muy característicos en ese punto de la Ciudad, incienso y adobo. Llegué a la Campana, al punto de encuentro de las cofradías de Sevilla que inician cada jornada de nuestra Semana Santa su estación penitencial hacia la Catedral de Sevilla.
Una primera parada necesaria en la Iglesia de la Anunciación, desde el portalón pude contemplar uno de los grandes misterios de Sevilla, la Coronación de Espinas y presidiendo el Templo la enternecedora Imagen de Nuestro Padre Jesús con la Cruz en el Hombro, a la izquierda el Señor Coronado de Espinas y ese primor de dulzura y llanto de Jueves Santo, Virgen del Valle. La imaginé en su inigualable palio acompañada por las desgarradoras notas que rescatadas de un naufragio adormecen a la Virgen que más llora en las vísperas de la Noche más grande de Sevilla.
Desde la Plaza de la Encarnación retomé el camino de vuelta de la Hermandad de la Macarena hacia su Templo. Por instantes soñaba despierto con un coro de novicias que recibían a la Esperanza con la Salve Regina y la imborrable huella de Madre Angelita, que cada Viernes Santo por la mañana despierta de su leve sueño de ángel para unirse a sus hijas y a la Cruz que abrazan con misericordia.
En San Juan de la Palma me reencontré con el más hermoso diálogo de Sevilla. El silencio en el interior del Templo me hacía adivinar cada palabra de la conversación entre San Juan y la Virgen de la Amargura. Esperaba la calle de la Feria y las convenientes oraciones en Omnium Sanctorum delante de las imágenes Titulares de la Hermandad de los Javieres y del Carmen Doloroso y en la pequeña y al tiempo acogedora Capilla de Nuestra Señora del Rosario y los Titulares de la Hermandad de Monte-Sión. Mucho sabor a Barrio y en lo más profundo de mis entrañas empezaba a percibir los primeros pellizcos sabor a Macarena.
En la calle Parras descubrí un detalle de auténtico macarenismo, una prueba irrefutable que reafirmaba a los vecinos en el amor a su Virgen de San Gil. En la fachada de un bloque de pisos, en los que a duras penas podían percibirse detalles de lo que un futuro sería una obra acabada, descubrí un azulejo con la Imagen de la Virgen Macarena. Estaba ante una señal inequívoca de que primero fue Ella y luego llegó todo lo demás. Los macarenos modelan su carácter en torno al amor a la Señora. Otro azulejo me recordó a Doña Juana y aquellas tiernas charlas que pude compartir con ella en inolvidables mañanas de Jueves Santo.
La casi total ausencia de tránsito por la misma Parras y Escoberos me hizo dudar por momentos con el día de celebración del Vía Crucis del Señor de la Sentencia, de no ser, por los rostros de los hermanos de la Hermandad del Rocío de la Macarena y de los pocos vecinos que me encontré en mi camino y que lograron transmitirme la cercana presencia del Señor. Como no podía ser de otra manera, el vacío de las calles era debido a que todo el Barrio esperaba al Señor de la Sentencia a pocos pasos de la Basílica.
Desde la inigualable panorámica que ofrece el Atrio, antesala gloriosa de los más hermosos sueños macarenos, pude contemplar la Imagen del Señor a los pies de su Bendita Madre de la Esperanza, por momentos se me nublaba la vista, como cada vez que asumido en la incredulidad froto mis ojos, no pudiendo distinguir entre la realidad y el sueño.
El Señor de la Sentencia avanzaba por el interior del Templo despacio, muy despacio, atraído por los muchos corazones macarenos que buscaban la fuerza de su mirada en el exterior. La espera se hacía eterna, el Señor de la Sentencia no quería separarse ni un solo segundo de la mirada de su Madre.
Súplicas, oraciones, recuerdos y vivencias florecían delante del Señor que asomaba por las puertas de la Gloria. Caminaba hacia las entrañas del Barrio, dejando a su izquierda el Arco que muy pronto lo llevará a Sevilla, la Muralla al fondo, los Armaos Macarenos esperando a su Dios para llevarlo sobre sus hombros y todo un Barrio entregado en cuerpo y alma a su Cristo, sereno y silencioso, que caminaba esparciendo amor por cada rincón.
Entre los naranjos que custodian la Parroquia de San Gil y una nube de incienso adivinamos la hermosa silueta del Dios Macareno. Entre los rostros presentes pudimos leer los más hermosos poemas de amor sincero. El Señor hizo una parada en su camino al llegar al viejo Templo macareno de San Gil, el silencio roto mínimamente por notas dulces de capilla y la coral que precedía las andas del Señor, se hizo palabra con la lectura de una de las estaciones del Vía Crucis, Cristo Caído y en su ayuda el Cirineo. Cuanto necesitamos hoy en día la ayuda de ese cirineo que nos ayude a soportar el duro peso de nuestra cruz diaria. Sin duda que en Él lo tenemos. Prendados de su mirada, compasivos por sus manos amarradas y sedientos de su amor desbordante, fuimos saciados de Dios y de Esperanza.
Jesús de la Sentencia se marchaba para iniciar su paseo por las callejuelas del Barrio, un pellizco en los corazones cuando las miradas atentas lo perdían de vista y al tiempo lo sentían tan de cerca. En la Basílica, la Esperanza tan sola y tan acompañada. Noche mágica en la Macarena, bendito regalo para Sevilla.