sábado, 8 de noviembre de 2008

El Centinela de Santa Ana

Despierta Triana muy de mañana, sus calles empiezan a recobrar la normalidad de un nuevo día. El tenue murmullo de las primeras voces quedan en un segundo plano ante el rotundo sonido de un cerrojo, instantes después un viejo portalón abre sus puertas de par en par. De las entrañas mismas del Templo se escucha el rachear de unas zapatillas que acompasan el caminar de un hombre todo corazón que vuelve a repetir el mismo ritual de cada día a lo largo de una ya dilatada vida. Sin tregua, descanso o fatiga que valga, siempre es fiel a la cita. El cariño de todo un Barrio y por extensión de toda una Ciudad ha dado a catalogar a este gran hombre de Dios como “Patrimonio Humano de Triana”. Todos sus amigos llevamos con orgullo su verdadera amistad. El Mudo es un hombre bueno, sencillo, entregado, abnegado, cumplidor, trabajador, buen vecino y mejor cristiano. La Iglesia de Santa Ana es su única morada, el sentido de su vida y su todo. Como pude entender perfectamente en esa peculiar manera que tiene de entenderse con sus amigos, el día que se levante, y sus lentos, pero decididos pasos, no lo lleven hacia su Triana y hasta la Madre de su Esperanza, se muere de pena.

El Mudo con el paso de los años ha ido modelando un carácter afable que lo ha convertido en un ser especial. Muy temprano se vio privado de sus seres más queridos. A base de golpes de corazón ha ido superando los tragos amargos que ha tenido que soportar a lo largo de su existencia, ha vivido cada momento con intensidad. No necesita hablarnos para ser entendido, cuando el corazón es transparente y sincero no necesita de palabras para transmitir un sentimiento, un deseo o una pena. Como bien decía nuestro añorado D. Juan Martín Pérez, el Mudo te entiende cuando quiere, cuando no, se hace el desentendido. En el interior de su mirada y en sus ojos humedecidos podemos encontrar respuesta a una vida entregada a los demás, de mucho sufrimiento y no menos esperanza. El Mudo siente gran emoción al ver como los niños que correteaban por Santa Ana, vuelven un día para celebrar su Primera Comunión, el Matrimonio e incluso bautizan a sus hijos.

Las paredes del Templo y el Mudo son los grandes guardianes de los muchos secretos que se esconden bajo los techos de la Catedral de Triana. Se adelanta perfectamente a los distintos acontecimientos religiosos que tienen su punto álgido en la Parroquia de Santa Ana. Con arte inigualable e inquieto, espera algunos sábados por la mañana, sentado junto a una vieja mesa, a los muchos fieles que llegan a Santa Ana. Cada moneda que suena en el fondo de una bandeja es correspondida con un retrato de Señá Santa Ana, El Niño y La Virgen, cuando le parece insignificante la limosna, te mira a los ojos y enseguida te hace descubrir en su mirada aquello de “mi arma estírate un poco o quédate esperando que te dé una foto”. Llega la Cuaresma y por ende los traslados de las Imágenes Titulares de la Hermandad de la Esperanza de Triana para la celebración de sus Cultos anuales en la Real Parroquia de Santa Ana. El Mudo empieza a vivir los días con mayor intensidad, su corazón se acelera, su cansado cuerpo se fortalece, es fiel testigo de cada detalle, de cada flor colocada en el Altar de Cultos, de cada gota de cera que lagrimea sobre la plateada candelería.

Mañana de Jueves Santo y el Mudo que no cabe de si por tan incomparable gozo, no duda en compartir sus sentimientos con sus fieles amigos del Barrio que a muy temprana edad lo acogió como su niño protegido. No deja de dibujar sonrisas en su envejecido rostro, pasa la tarde y llega la noche. La Calle Larga de Triana, poco a poco es cubierta por un público expectante, sueños revividos de Madrugada y llega la Mañana. Su corazón se acelera ante el sonido de cornetas y tambores en el cercano Convento de la Encarnación, sin saber porque extraño milagro el Mudo por una mañana percibe con claridad los sonidos de la que se apaga Verde Madrugada. Desde la Puerta que apunta a la casa del Párroco puede ver como asoman seis ciriales y siente como el corazón se le sale del pecho del que cuelga una medalla. Se acerca la Reina de Triana, el Mudo levanta la vista y contempla con contenida entereza la aparición de los primeros varales y dos repletas esquinas de flores. Poco a poco revira el palio hasta que asoma por completo la belleza incomparable de la Esperanza de Triana, el Mudo no aguanta más, cada paso de su Virgen Morena su corazón un punto más acelera, hasta que llega a su vera y se detiene ante él. El milagro de la voz se hace presente en su callada garganta, tres veces llama guapa a la Virgen, tres piropos que no podrían entenderse mejor ni recitados por el mejor de los poetas. El más grande pregonero de Sevilla enmudece su silencio para gritar con fuerza “guapa” “guapa” “guapa” ¿Dime Dios mío si estoy en Triana o si me llamaste ya a la Gloria?, mares de lágrimas recorren sus mejillas, cierra los puños y en la Virgen de Pureza clava su mirada. No sólo son sus lágrimas, cientos de trianeros lloran con el Mudo de Santa Ana. Se aleja el palio y con él la Esperanza, el Mudo pierde a la Virgen de su vista y hace cuentas con sus manos para saber cuantos días le quedan para volver a encontrarse con Ella.

Al Mudo de Santa Ana con cariño de su amigo Jordi de Triana.