domingo, 15 de julio de 2007

HIJOS MUY CERCANOS AL HIJO DE DIOS Y AMOR VERDADERO

Trascurría la Semana Santa entre luces y sombras hasta que llegó la Santa Madrugá y con ella la sublime contemplación de la perfecta figura, la renovada juventud y al mismo tiempo eterna presencia del Señor de Sevilla. En cada una de sus llagas se veían reflejados cada uno de los cofrades predilectos de Sevilla que este último año hicieron su último viaje para reencontrarse con Él cara a cara en el Cielo. Lloraban desde arriba por no estar en las calles de Sevilla en su Semana Santa y junto a Él. Al verlo pasar desde ese balcón de privilegio donde se asoman los buenos, el llanto cesó y en sus caras sevillanas se adivinaron las plegarias más hermosas que nunca se rezaron en la Gloria de los Cielos. El sueño eterno de los justos que durmieron en la esperanza del pronto reencuentro con el Dios justo se prolongó a las calles de Sevilla que rebozaron júbilo y sintieron en la profundidad de sus entrañas la certeza del incuestionable axioma proclamación de fe de los cofrades sevillanos “en verdad que este hombre que carga la tosca cruz de nuestros pecados es el Hijo de Dios y el Amor Verdadero”.